Los Archivos Nacionales de Senegal recogen la historia de cientos de canarios, pescadores y republicanos, que huyeron a Mauritania y Senegal durante la Guerra Civil
“Un total de 116 nuevos pescadores canarios se encuentran acogidos en la ciudad –stop- El movimiento parece amplificarse, el avituallamiento de estos pescadores a través del comercio local es cada vez más difícil y sería necesario el envío en el próximo barco de 1.500 kilogramos de cebollas –stop- Le solicito un préstamo de 500 francos para amortizar las redes que el comandante deja cada día a estos pescadores para que puedan conseguir el pescado necesario para su subsistencia”. Tenía razón el Gobernador de Mauritania en este telegrama fechado el 1 de junio de 1937. En pocos días la cifra de pescadores canarios refugiados en Port Etienne (la actual Nuadibú) se elevaba a 200; en todo el año fueron unos 300.
En un par de viejas carpetas almacenadas en los Archivos Nacionales de Senegal, en la ciudad de Dakar, está escrita en cartas amarillentas y ajados informes secretos la épica historia de cientos de canarios que, en plena Guerra Civil Española, huyeron a las posesiones francesas en África y se convirtieron en refugiados. Soldados leales al Gobierno legítimo republicano que cruzaban la frontera del protectorado del Sahara Occidental, pescadores que faenaban en aquellas aguas y decidían quedarse, por convicción política o por temor a ser alistados en el Ejército, republicanos que escapaban en barcos huyendo de la represión y las trazas de la famosa fuga de Villa Cisneros, cuando un grupo de 37 presos y parte de la guarnición secuestró el vapor Viera y Clavijo y lo condujo a Dakar. Todos los detalles están en estos archivos.
En un par de viejas carpetas almacenadas en los Archivos Nacionales de Senegal, en la ciudad de Dakar, está escrita
en cartas amarillentas y ajados informes secretos
la épica historia de cientos de canarios
La primera fuga de la que se tiene constancia tuvo lugar el 12 de enero de 1937, con la llegada a Port Etienne de nueve republicanos procedentes de La Palma a bordo del velero Añaza. Los telegramas enviados por el gobernador francés de Mauritania en los días siguientes revelan que las cosas no iban a ser fáciles. “Los refugiados no observan neutralidad política y hacen propaganda entre los pescadores canarios de la Bahía del Galgo (Port Etienne) – stop- Están siendo reclamados por las autoridades españoles de La Güera como autores de delitos comunes”, aseguraba el gobernador solicitando instrucciones a Dakar. Finalmente fueron enviados a Senegal y de allí a Francia.
Sin embargo, sería el 17 de marzo cuando los servicios de inteligencia franceses de la época se enfrentarían a uno de sus principales retos. Ese día, el gobernador Marcel de Coppet informa a su representante en Mauritania de que un grupo de presos republicanos canarios se habían amotinado en Villa Cisneros (Sahara español), habían secuestrado el barco que hacía el correo entre Canarias y Río de Oro y avisaba de que “aparecerá hacia el Sur”. El motín, de hecho, tuvo lugar tres días antes y la sospecha de Coppet se confirmó ese mismo 17 cuando el vapor Viera y Clavijo aparecía en las aguas de Dakar llevando a bordo a un total de 152 fugados tanto presos, entre los que se encontraban los escritores José Rial o Pedro García Cabrera, como tripulación favorable al motín y soldados que se unieron al grupo.
La historia de esta fuga es conocida y está documentada incluso por sus propios protagonistas, pero en los papeles de los Archivos Nacionales de Senegal se recogen apasionantes detalles, como la cantidad de armamento que llevaban (2 ametralladoras, 60 fusiles Mauser, 35 mosquetones, cinco cajas de cartuchos, 37 bayonetas y 13 revólveres). Esta fuga provocó el refuerzo de la seguridad por parte del bando franquista en Río de Oro, al día siguiente zarpó desde Las Palmas una compañía y una sección de ametralladoras en dirección a Villa Cisneros, así como una nueva oleada de intensa represión en Canarias.
Sin embargo, lo que generó más problemas entre las autoridades francesas y franquistas fue el goteo de fugas de pescadores canarios hacia Port Etienne. Según el informe político de 1937 elaborado por el Gobernador galo nada menos que 300 isleños que faenaban en estas aguas decidieron quedarse en la ciudad mauritana, convirtiéndose en refugiados. La supervivencia cotidiana se convirtió en un desafío y Francia, temerosa de que se produjeran revueltas, tuvo que enviar víveres en repetidas ocasiones. Un cable secreto enviado desde Port Etienne recoge incluso un robo de agua por parte de estos pescadores o cuando solicitaron trabajar en la construcción de una carretera para obtener algunos ingresos. Todos ellos fueron enviados en distintos barcos a Francia, desde donde algunos pasaron a la España republicana.
Según el informe político de 1937 elaborado por el Gobernador galo nada menos que 300 isleños que faenaban en estas aguas decidieron quedarse en la ciudad mauritana, convirtiéndose en refugiados
El administrador jefe de las colonias, Henri Carbou, describe la situación en un informe remitido al Ministro de Colonias en París: “La flotilla de pesca venida desde Canarias consta aproximadamente de 800 pescadores, contratados por armadores canarios (…). Estos pescadores son gente pobre, así que su nivel de vida es muy bajo. En principio, la mitad del producto neto de la pesca les corresponde, lo que supone, para cada pescador, una mensualidad aproximada de 125 pesetas (250 francos, en cifras redondas). La mayoría de ellos son analfabetos. Naturalmente, casi todos son de izquierdas. En el fondo de sus corazones, odian a Franco. El régimen militar y policial que existe actualmente en las Islas Canarias no es agradable para los inconformistas y es esto lo que explica que la mayor parte de los 800 pescadores canarios expresen abiertamente opiniones hostiles contra el Gobierno de Valencia. No pueden hacer otra cosa”.
Las deserciones de soldados del puesto militar español de La Güera que se escapaban a Port Etienne a pie, como hizo el joven canario Fidel Cabrera en abril de 1937, también generó varios incidentes diplomáticos ya que el capitán Guzmán, responsable de dicho enclave, “desconfiado, bruto y amenazador” según los informes secretos galos, no dudó en penetrar en suelo francés para reclamarlos. Las autoridades de París, sin embargo, se negaron a entregarlos y exigieron a los españoles que pidieran disculpas.
Durante los años siguientes, la ciudad de Dakar se convirtió en un lugar de destino privilegiado para decenas de republicanos canarios que huían de la represión, lo que hizo que se fuera creando una pequeña colonia. Según el historiador Sergio Millares Cantero, quien más ha estudiado estos hechos, existen numerosos informes de canarios remitidos por el vicecónsul de la República en Dakar y que llegaron a la mesa del presidente Juan Negrín. “Dakar era un lugar muy importante para la República porque desde allí se podía obtener una información valiosa sobre la retaguardia isleña del bando franquista”, asegura.
“Carecemos de ropa y calzado”
El 10 de agosto de 1937, once refugiados canarios que se encontraban en Dakar escriben una carta pidiendo ayuda al gobernador general del África Occidental Francesa, Marcel de Coppet.
“A su Excelencia el Gobernador de Dakar, señor Marchel de Coppe:
De nuestros respectos:
Teniendo en cuenta el alto balor con que se carazteriza, rrogamos nos tome en consideracion y nos hotorgue el humilde fabor que acontinuacion le expresaremos:
Mientras las hordas facistas aniquilan y masacran nuestro pueblo, y mientras los imperialistas conspiran contra la integridad territorial de españa, nosotros atrabesamos la mas critica situacion de los dias que rregistra nuestra istoria en la “España popular”, nuestra idiologia anti facista nos a perturbado habandonar nuestro suelo patrio por no sucumbir bajo las garras de los que quieren cortar nuestras libertades y derrocar nuestro gobierno legal mente constituido. Hoy en Dakar bajo su alta gerarquia nos dirigimos a vd con el mayor rrespecto y consideracion para si puede hacer algo en lo que rrespecta nuestra situacion.
Carecemos de ropa y de calzado y por consiguiente de conocimientos para poder trabajar; mientras tanto quedamos rrogando por su bien estar y salud a la espera de que nos faborezca. Saludamos a vd con la mas alta distincion”.
Firman: Victoriano Rovaño, Marcial Rodríguez, Angel Martín, Vicente Noda, Marcial Ziguera, Antonio Juan de Dios, Domingo Virgilio Fernández, Rafael Curbelo, Antonio Suárez.
Isabel Méndez: “No me siento de aquí”
El 1 de julio de 1949 un velero zarpaba a escondidas del sur de Gran Canaria rumbo a Venezuela. Entre los 122 pasajeros viajaba la esposa del conocido diputado comunista Eduardo Suárez fusilado en 1936, María del Rosario Socorro, su madre y sus dos hijos, Mari Saro y Eduardo, de 15 y 14 años. El viaje, sin embargo, no fue como esperaban y debido a tormentas y calmas chichas acabaron llegando a Dakar dos semanas más tarde, donde fueron acogidos por la colonia canaria que vivía en esta ciudad. Entre ellos se encontraba el maestro republicano Juan Méndez, que se ganaba la vida como contable.
Méndez y la joven Mari Saro se enamoraron y se casaron en Senegal y fruto de ese matrimonio nacieron seis hijos en Senegal. La más pequeña de todas, Isabel Méndez Suárez, recuerda los nueve años que vivió en Dakar y la existencia de una numerosa colonia canaria. “Eran muchos, recuerdo por ejemplo a la familia Cardona que venían de Arucas, pero la mayoría volvieron en los años sesenta y setenta”, explica. Ellos mismos regresaron a Gran Canaria en 1975, aunque Eduardo Suárez, su tío, decidió quedarse.
“Me costó el regreso y me sigue costando. Nunca me sentí de aquí, nos sentimos como apátridas”, explica Isabel Méndez, quien cumplió su promesa de escribir un libro sobre su abuelo Eduardo Suárez Morales en el recuerdo, una memoria recobrada en el que recoge la vida del diputado comunista, su resistencia al golpe franquista en 1936 y la odisea de su familia hasta llegar a Dakar, una historia de supervivencia, adaptación y coraje que une a Senegal con Canarias y que recuerda que, un día, los emigrantes y refugiados en África fuimos nosotros.